sábado, 30 de enero de 2010

SÓLO DOS

Me despertó como siempre lo hace, sacudiendo mi cuerpo suavemente y ante mi sobresalto programado él se ríe como siempre, y sus carcajadas inocentes inundan una vez más mi corazón de felicidad.

Se va corriendo de mi habitación mientras que me visto, dispuesto a jugar hasta cansarme sin importar que las consecuencias sean dolorosas, ya que jugar al ritmo de un nene de dos años tiene su precio físico pero no me importa porque el resultado es algo por el que pagaría aún mucho más.

Bajo la escalera y él me vuelve a recibir corriendo como un maratonista en plena competencia con su sonrisa y la alegría de saber que su tío va a jugar, ver la televisión y va a hacer cuanta payasada sea necesaria para que esté alegre y contento durante el tiempo que permanezca en mi casa, que ahora es la de él también lógicamente y eso lo sabe mejor que nadie y por eso llora cada vez que se despide de nosotros para ir a su otra casa, su otra pieza, su otro mundo.

No pasan ni cinco minutos y ya estamos en el piso desparramados con los juguetes, a pesar de las advertencias de que el mismo está frío no nos importa, seguimos jugando igual, así que por favor mamá no molestes si?.

Pasaron veinte minutos y seguimos dale que dale con los mismos cochecitos, es increíble pero no nos cansamos, auque mi mente lo disimula bastante bien porque mi cuerpo está absolutamente acalambrado, sobre todo en los brazos, que no paran en el vaivén de cuanto auto, tanque o camión se encuentre a nuestro alcance. Hasta que él no tuvo mejor idea que agarrar la pelota, sí, la pelota…

Otra vez a pararnos y a correr por toda la casa y otra vez las advertencias que ya sabrán cuales son y saben ¿qué? No nos importa, ellos de envidia porque ya no pueden hacerlo sin tener que después tomarse media hora para respirar, y nosotros no, podemos correr y correr y nada nos detiene. Ellos no entienden ¿nunca fueron chicos? Les digo yo, yo sí lo soy y me voy corriendo a ver adonde se metió el nene antes de que se mande alguna e inevitablemente yo quede involucrado en el asunto.

A comer, ante su negativa de hacerlo para seguir jugando otra vez debo convencerlo de lo contrario ya que si no come no va a ser fuerte, saludable, ágil y todo eso que se dice, como siempre le gano por cansancio mas que porque me haya entendido lo que le dije y se entrega a la sillita de madera que está adaptada perfectamente para que pueda comer.

Después llega unos de los momentos mas alegres para mi cuerpo, la hora de la siesta del nene, por esas horas voy a estar quieto, tranquilo, relajado y listo para recuperar energías para la batalla siguiente con los soldaditos, los tanques y demás que milagrosamente resucitan de la masacre bélica anterior.

Me pide que lo acompañe a dormir e inocentemente como siempre caigo en la trampa, no hace otra cosa que revolcarse y jugar por toda la cama gritando de alegría por las infinitas cosquillas que le hago, y no para… no para… no sé de dónde saca fuerzas y la verdad yo tampoco sé de dónde la saco porque sigo a la par de él, es como si al verlo mi cuerpo se reiniciara y volviese a cargar el sistema como mi computadora, que dicho sea de paso le fascina y se enloquece cada vez que la ve pero ahí hay varias restricciones y no nos conviene transgredirlas.

Después de los gritos de mamá y papá para que durmamos, lo hacemos pero yo espero a que lo haga él e inmediatamente me voy de la habitación para mirar la tele sin despertarlo lo que sería terrible para los dos, aunque la peor parte la llevaría yo obviamente.

Despierto el nene jugamos toda la tarde hasta la hora de cenar y dale que dale con los juegos durante la sobremesa e inevitablemente llega la hora de partir y por suerte no se da cuenta del todo, ya a esa altura esta más dormido que despierto así que se va dentro de un profundo silencio por parte de todos los que estamos allí.

Lo beso en la mejilla despacito y le repito cuanto lo quiero y eso me emociona tanto que empiezan a escaparse las lágrimas, no puedo aguantar tanta alegría y felicidad, mi llanto se vuelve casi incontrolable y no tengo fuerzas para sacar el pañuelo del bolsillo porque tiemblo y mucho y eso hace que me falte el aire y que me tiemblen las piernas, y que la angustia inunde mi alma y el corazón se detenga cada vez un poquito más como si entendiera mi congoja sabiendo que no sé si voy a aguantar otra vez el tiempo que falte para volverlo a ver.

Sigo llorando y nadie está ahí para consolarme, mis manos cubren mi cara, la tos se hace cada vez más evidente, ¡cuánto lo extraño, necesito, lo quisiera a mi lado para siempre aunque es imposible, quiero verlo, disfrutarlo, jugar otra vez y otra vez hasta cansarnos como ayer!, y sigo llorando

- Venga abuelo, ya es hora de dormir - me dice la enfermera, mientras me acompaña a mi habitación…

No hay comentarios:

Publicar un comentario