sábado, 30 de enero de 2010

PRIMERA NARRACIÓN

Hoy tengo treinta años, he llegado a la profesión que buscaba con tanto anhelo, ya mi voz está lo suficiente clara como para que hasta el último alumno del aula me escuche y no se pierda en mi clase, mis hábitos ya no son los mismos, ya no puedo esparcirme el tiempo que deseo, hay muchas y más importantes obligaciones que atender, como por ejemplo mi familia, mis hijos, debido a que mi estado civil ha cambiado rotundamente. Me canso de entrar siempre en la misma aula y me lo hacen notar mis pies, pero siempre entro a dar clase con una sonrisa, porque lo principal es que para dar una buena clase hay que tener en lo posible buen humor, sobre todo para atender los problemas que tienen en particular los alumnos. Hay que escucharlos, entenderlos, para ellos es muy importante que mi trato con ellos y el trato con la gente del colegio sea ameno, pues yo soy así, una persona que trata bien a la gente y la escucha en todo momento. Mi cabello sigue corto, pues nunca lo tuve largo porque me molesta para leer, pero eso sí, que nunca me tiemblen las manos al poner una nota, porque enseguida mis alumnos dirán y se darán cuenta que algo cambió en mi mirada, en mis ojos, y no solo me temblaría la mano sino también mis piernas y ante ese momento de duda en poner la nota me preguntaré a mí mismo levantando las cejas: Debo seguir vestido de profesor?, puedo dudar en poner una nota? No, esto no me tiene que pasar. Volveré al aula y abriré por enésima vez la boca para decirle a ese alumno la nota que se merece, sin temor a que lo ofenda o que se enemiste conmigo. Yo ayudo a mis alumnos, mis brazos están abiertos para ayudarlos a todos, no importa quien se enoje, porque no alcanza con solo preguntar: Te ayudo?, sino que el gesto de las manos de extenderlas hacia el otro dice más que la simple palabra. Porque puedo tener defecto de carácter o algún defecto físico, pero el día de mañana no solo me gustaría que me saluden por mi nombre sino también por el sobrenombre que ellos me pusieron: …ahí va “el profe…”

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